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ASOQUIMBO: PROCESO DE RESISTENCIA DE AFECTADOS POR LA REPRESA EL QUIMBO

Sin vaca y lunguiando

Por:Belén Alarcón Alarcón

“¿Qué pasará en diez años cuando los 1.500 escolares de hoy  sean adultos y hayan establecido sus nuevos núcleos familiares? ¿De qué tierras  dispondrán a futuro? ¿Qué  ocurrirá con los adultos mayores que ya no puedan producir?” Son algunas de las preguntas que los líderes agrarios de San Andrés, Tello, planteaban a investigadores en el marco de la elaboración  Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas “Estructura social agraria, el conflicto y el poder político en la región”. Así los pequeños campesinos van dibujando el desolador panorama en el Huila y el país. Ven con angustia cómo sus fincas que otrora fueran de veinte  o más hectáreas han venido reduciéndose del minifundio al “microfundio” de una o dos hectáreas, muchas sin titular, al verse obligados a subdividirlas para intentar la supervivencia de las nuevas familias herederas.

La imagen bucólica de la granja campesina con un padre o una madre que ordeña una vaca mientras los hijos toman una espumeante taza de leche, sólo permanece en la memoria de viejas películas. Hoy, como dijo don Gildardo, “toca resolver entre tener la vaca, –que en tierra de ladera significa dedicar una hectárea- o en la hectárea sembrar cinco mil palos de café que, cuando la cosecha está buena, permite coger doce cargas, con lo que toca vivir todo el año; pero la producción bien podría ser de veinticinco o treinta cargas si tuviéramos la tecnología adecuada.”  Así, hoy el campesino no toma leche ni tiene una bestia. No hay créditos y las necesidades básicas no se resuelven por tocarles vivir en “zona roja.”

“Si me compran la tierra vendo y me voy a aventurar a Neiva a montar una tienda”, dicen algunos, mientras otros sienten temor. Recuerdan que quienes lo han hecho, hoy están en la olla. La lógica colectiva es yo vendo y la individual, yo retengo, a pesar de la ausencia de incentivos. En el fondo, es un proceso de resistencia. A los otrora “finqueros” nos los encontramos lunguiando abriendo brecha en las obras del gaseoducto en donde les pagan $3.000 por metro; pero  dada la dureza del terreno, generalmente sólo logran tres metros por día, a todo costo.

En contraste, los funcionarios gubernamentales celebran el Día del Campesino en los clubes de la ciudad luciendo ridículamente ponchos recién planchados, para las páginas, sociales, aunque nunca se han secado una gota de sudor después de una dura faena. Esos, los mismos que no los han recibido cuando han venido a que les cumplan la palabra. Ojalá, las luchas sociales arranquen al gobierno la restauración de las reservas campesinas que, con la debida asistencia, dignifiquen la vida agraria.

1 comentario

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Interesante el articulo que has puesto aqui, no lo conocia pero me ha parecido bastante interesante, la verdad.